Ahora la casa es del bebé
He tenido hamsters, tortugas, pollitos, peces, plantas y un gato, pero nunca había tenido un bebé: no es lo mismo. Pero sí comparte alguna cosa con los gatos. Cuando mi gato llegó a casa, echó un mirada titubeante a todo. Recuerdo que salió de la bolsa con sigilo, oliendo el ambiente. Pero solo fueron unas horas, luego se apoderó de la casa.
Muchos de los que hemos tenido gatos hablamos de que son los ‘dueños’ de la casa y los que no han tenido gatos no lo entienden. Por su carácter, a este felino le gustan las rutinas, que todo esté siempre en la misma posición, no le gustan las novedades. Si compras un jarrón nuevo y lo pones en una mesa que él frecuenta, lo primero que hará será ir a verlo, y rodearlo: ¿qué es esta cosa que han puesto en mi territorio?
Los gatos son tan rutinarios que muchos dueños se acaban adaptando a sus rutinas. Por ejemplo a la hora de irse a la cama. Si es de los que duermen en la cama con el dueño y no te vas a la hora, empieza a protestar.
Por todo ello, el gato sí que comparte algunas cosas con el bebé. Cuando el bebé llega, se convierte en el centro de la casa. El hogar se llena con la cuna, el carrito, los productos para el cuidado del bebe, los juguetes, la ropa, etc. Y al bebé también le gusta la rutina. Se acostumbra rápido a unos horarios y sí, también protesta si no se cumplen.
Pero mientras el gato te puede meter un par de bufidos y poco más porque no te vas a la cama, el bebé tiene un arma de destrucción masiva que todo lo puede: el llanto. Es un mecanismo diseñado para molestar, para hacer evidente que algo le incómoda y debe ser solventado. Los bebés no hablan, y esa es su primera forma de comunicación: el lloro. El problema viene con la interpretación del llanto, que no siempre es sencilla, como todos los padres saben.
Así que los bebés también se apoderan de la casa. Y si tienes la ‘suerte’ de vivir en una casa pequeña, estás listo. Solo los productos para el cuidado del bebe ya ocupan una estantería. La casa es suya, no hay nada que discutir.