El encanto atemporal de la piedra en la arquitectura.
La primera vez que uno observa las fachadas de piedra Melide, no puede evitar sentir que algo especial y muy auténtico se oculta tras esos muros centenarios. Es como si las calles hablaran un idioma antiguo, donde cada sillar cuenta su propia historia. Por esta zona resulta sencillo encontrar inmuebles que, a pesar de su edad, han resistido admirablemente el paso del tiempo gracias a la nobleza de la piedra, un material que no se deja impresionar por las modas pasajeras. Algunas fachadas lucen bloques irregulares que, colocados con paciencia, forman un entramado heterogéneo pero perfectamente armónico. Otras optan por piedras talladas con esmero, lisas y uniformes, que otorgan un aspecto mucho más sofisticado. Incluso se ven ejemplos donde la mampostería se combina con detalles modernos, creando un contraste que llama la atención del más distraído.
Entre los tipos de piedra que uno puede encontrar en este rincón de la geografía gallega, destaca la granito, cuyo aspecto robusto y su gama de tonalidades grises y azuladas la convierten en la estrella de las construcciones más veteranas. Por otro lado, existen variedades menos densas, más claras, que le dan a la fachada un aire luminoso y limpio. De vez en cuando, alguna casa ofrece una piedra rojiza, con vetas interesantes que añaden una nota de singularidad. No importa el tipo elegido, el denominador común es la fuerza y la resistencia del material, una cualidad que ha permitido a los habitantes de Melide convivir con estas edificaciones durante generaciones. La sensación de permanencia que transmiten las fachadas de piedra aporta una serenidad difícil de igualar con otros revestimientos más contemporáneos.
Las ventajas de la piedra van más allá de su estética o su longevidad. El aislamiento que brinda de forma natural protege el interior de la vivienda del frío, del calor excesivo y del ruido. Estas propiedades permiten crear ambientes interiores confortables, sin necesidad de recurrir a grandes inversiones en sistemas de climatización. Además, la piedra es un material sostenible, procedente de la propia tierra, que respira historia y que, al mismo tiempo, se integra con naturalidad en el paisaje que la rodea. La poca necesidad de mantenimiento es otro punto a favor, ya que al no requerir constantes tratamientos ni pinturas, se convierte en una elección responsable desde un punto de vista económico y medioambiental.
La piedra también exige cierto mimo, especialmente para conservar su esplendor original. Cuando la suciedad y los musgos se hacen visibles, lo mejor es apostar por una limpieza suave, utilizando productos específicos que no dañen la superficie ni alteren sus propiedades. La piedra sabe agradecer estos cuidados mostrando su carácter más genuino, con esa textura rugosa y esas tonalidades cambiantes según la luz del día. Reforzar el rejuntado, reparando fisuras o huecos con morteros adecuados, evitará filtraciones y problemas de humedad. Algunas fachadas que llevan décadas soportando inclemencias climáticas simplemente necesitan una pequeña atención ocasional para lucir como el primer día. Darle una mano experta ayuda a que continúen resistiendo el paso del tiempo con dignidad.
En Melide, la piedra es algo más que un material de construcción; es un símbolo de identidad y de belleza inalterable, un testigo mudo de vidas pasadas, presentes y futuras. Quien contemple una de estas fachadas puede imaginar la labor de los canteros, el esfuerzo de los albañiles y la visión del arquitecto que supo ver en estas rocas un lienzo natural. En un mundo que corre demasiado rápido, la piedra, como siempre, se mantiene firme y serena, recordándonos que el encanto atemporal sigue existiendo, frente a nuestros ojos, sin necesidad de grandes alardes.