En la cocina
He pasado por muchas fases con la alimentación. Mis padres dicen que cuando era pequeño comía de todo. Luego con la adolescencia mi menú se fue reduciendo y así estuve bastantes años, hasta que descubrí mi afición por cocinar. El placer de preparar la comida para la familia y que te digan lo rico que está todo. Desde luego, no soy un profesional, ni siquiera se puede decir que sea un cocinero aficionado, pero voy mejorando y, sobre todo, lo disfruto.
Antes no sabía hacer nada de nada, pero ahora me meto en la cocina e intento salir con algo rico, aunque sean platos básicos… no tan básicos como unos macarrones con tomate, pero casi. Es como aprender a hacer salsas. No es lo más saludable del mundo, pero de vez en cuando, una salsa rica, alegra la vida. Aprendí a montar nata la asturiana y a usar este ingrediente en numerosas salsas. A mi mujer le encantan las salsas con nata, y qué puede hacer más feliz a un marido que ver contenta a su mujer, ¿no?
Bueno, pero también a mí me gustan mis salsas. Los guisos que hago ahora ya no son tan sosos como antes. Recuerdo que cuando me metí en la cocina y empecé a experimentar tal vez apunté demasiado alto. Hoy en día hay tantos programas de cocina y tantos canales en internet que se dedican a las recetas que no sabes por cual decidirte. Alguien me recomendó un cocinero venezolano y traté de seguir sus pautas. Así fue la primera vez que la lie en la cocina. No supe montar nata la asturiana y todo el guiso salió de pena.
Pero es que aquel cocinero era un poco complicado. Lo mejor es empezar por cosas más sencillas y tratar de ir ganándote a la parroquia, en este caso a mi mujer y a mis hijos. Ahora que ya confían en mí ya voy innovando un poco más y pronto pasaré a la siguiente fase: invitar a mis suegros a una comida preparada por mí. ¡Me gustan los retos!